Bien, he aquí otra de mis crónicas byronianas, espero que les guste. Confieso que fue muy estresante para mí escribirla, pues no estoy muy inspirado y la temática es por cierto bastante enojosa...Pues habla de un desengaño amoroso que tuve la desgracia de padecer.
Demente, malvada, y peligrosa de conocer
Cierta tarde fui invitado a una recepción en la casa de una vieja amiga, lady Westmoreland. Habían muchas damas allí, admiradoras de mi más reciente libro. La anfitriona por cierto una dama muy agradable, quiso presentarme a una conocida suya, de nombre Caroline Lamb. Pero la dama en cuestión, huyó de la casa de repente antes de que fuésemos presentados. Una conducta por cierto muy intrigante. Además, me había dejado una nota sin firmar, donde decía: " Debes, y te mereces, ser feliz" aunque también me habían dicho que había resumido mi carácter en estas palabras: "Demente, malvado, y peligroso de conocer."Qué persona tan extravagante y misteriosa. Pero aún yo no la conocía del todo bien como para poder estar seguro de cuán demente estaba. Días más tarde en otra fiesta en la casa de Lady y Lord Holland fuimos presentados. Fue en una tarde de marzo, radiante. Me perturbó la apariencia de Caroline, estaba muy delgada. Además llevaba el pelo rubio muy corto, y sus ropas... estaba ataviada como un muchacho. Pero su sonrisa al cruzarse nuestros ojos fue tierna y llena de motivación, o al menos eso me pareció en ese momento. Tenía los ojos más brillantes que lo usual, eso lo recuerdo muy bien, y que luego de que me haya tomado la mano, dedicó muchos halagos hacia mis recientes escritos. _He esperado mucho para poder conocerlo. Nunca hubiera imaginado_susurró_ que tendría usted un rostro tan pálido y bello._ yo me fui a sentar y ella me imitó, sentándose a mi lado... algunos invitados miraban. Supongo porque ella estaba casada y su actitud sería vista como demasiado impertinente, lo cual, a mí claro, me importaba un bledo.
_Es que he estado un poco enfermo_fue mi respuesta a sus elogios y suspiros. La mayor parte de los invitados ya estaban en el salón de baile pero ella no se fue de mi lado durante toda la velada. De pronto estábamos discutiendo sobre literatura y poesía y las horas pasaron sin que nos diéramos cuenta. Cuando los invitados empezaron a irse, nos levantamos y tuve que despedirme de ella. Fue un momento, confieso, doloroso. Nunca había conocido a nadie tan fascinante. Hasta ese momento, había estado seguro de que las mujeres no podían comprender los deseos y pensamientos de los hombres. Me vi forzado a desechar esa idea por Caroline Lamb. La dama era brillante. Era artista, pintaba en acuarelas y escribía, además de estudiar latín y griego. Otra de las aficiones que teníamos en común eran los perros y los caballos. También componía y tocaba el clavicordio muy bien, y el laúd. Una vez me pidió que interpretara para ella una de las canciones que había compuesto. Yo estaba...Fascinado por ella. Claro que me molestaba mucho el detalle de que era casada, aunque eso nunca me detuvo a la hora de poseer el corazón de una mujer. Y estaba seguro de que ella me amaba, pero no sabía en qué medida, y, con el pasar del tiempo, necesitaba saberlo desesperadamente. Su esposo, William, un anodino noble, la tenía muy abandonada. Estaba metido en el enredado mundo de la política, y sin tiempo para nada más, y a mí claro, no me importaba nada en ese momento que no fuera Caroline. En los bailes dejó de bailar para estar siempre sentada a mi lado haciéndome compañía. Las otras damas estaban escandalizadas. Comenzamos a vernos en lugares más privados y lejos del público. Sí, estábamos enamorados, pero ella se negó a dejar a su esposo a pesar de decir que sólo me adoraba a mí, y yo, que ya había pasado por esto, me enfurecí mucho con ella. _Dios mío,_recuerdo haberle gritado enfurecido_ por cierto que pagarás por esto, retorceré aquel pequeño corazón obstinado!
Pues yo no quería ser solo su amante, sino el amor de su vida y su única e imperecedera pasión. Y de no ser así, oh, la haría pagar por ello. Pero al comenzar a ver mis agresivas reacciones, al pasar el tiempo, percibí que estaba cambiando esa terca manera de pensar suya. "No puedes amarnos a los dos, no ves lo cruel que eres, Caro!" Y ella lloraba, en mis brazos, y me rogaba que tuviera paciencia, algo de lo cual carezco pues me parece que la vida es demasiado corta para malgastarla esperando por algo que debiera ser la felicidad perfecta o en cambio, nada. Un fiel y querido amigo fue mi confidente durante este turbulento tiempo, John Hobhouse, joven y sensible, estaba muy traumatizado al enterarse de mi prohibido affaire con Caro. Me pidió, no, me rogó, que por el bien de ambos la abandonara, Caroline estaba cada vez más inestable. Decidí, por consejo de mi amigo, tomar distancia. Cierto día, Caroline se apareció en mi residencia, como un espectro. Estaba más delgada, casi esquelética, y ojeras profundas afeaban su bonito rostro. Había estado enviándome cartas a mi residencia, cartas cada vez más salvajes, depresivas y alocadas, a las cuales, consideré mejor no responder, harto ya de ella y de su indecisión. Mis amigos, Hobhouse entre ellos, me apoyaron, lo cual lo hizo más fácil. Ella arribó a mi residencia, sola, al parecer sin importarle nada, lo cual de llegar a oídos de alguien, podría ser nuestra ruina social. Mi amigo John estaba conmigo y fue a recibirla. Los escuché gritar, ella decía que necesitaba verme. John le rogaba que por favor se fuera. Estábamos por irnos al campo hasta que pasara esta tormenta, hacia Harrow. De pronto, los gritos se hacen más fuertes, y veo desde mi cuarto que Caro tiene un cuchillo en su mano, y que amenaza con cortarse las venas._ Por favor, no lo hagas_ le dije al salir, con mi voz más persuasiva_ ella dejó el cuchillo, y yo sostuve su mano. Ella se deshizo en lágrimas entre mis brazos, y sentí mucha pena por aquella a quien en un tiempo supe adorar. _ Por favor, Byron, prométeme que vendrás a verme antes de dejar Londres otra vez._ Se lo prometí de mala gana, y no por deseo, sino por compasión. Después de eso, los sirvientes le prestaron unas ropas adecuadas para que saliera sin ser reconocida. Días después recibí una carta horrenda, junto con un inusual y ¿como podría llamarlo? alarmante regalo dentro. Su sangre estaba ahí, en el papel, junto con estas palabras:
"Te pedí no enviar sangre pero aún así, yo lo hago, porque si significa amor, me gusta tenerlo. Corté el pelo demasiado cerca, y sangró demasiado, más de lo que tu necesitas. No hagas lo mismo que yo y reza, no pongas las puntas de las tijeras cerca de donde crece el pelo, muy pronto, cortaré el brazo o la muñeca. Por favor, sé cuidadoso."
Bueno, aparte de la sangre habían pelos en el sobre, y no eran los de su cabeza. Esa mujer, estaba completamente demente. Creo que esto fue el verdadero comienzo del fin. Debía dejarla de buenas a primeras.
Fue muy lamentable que en agosto 12 me hayan obligado a visitarla de nuevo, comentando lo mal que lo estaba pasando. Estaban los padres presentes, y ella misma afirmó, que huiría conmigo si yo se lo pidiera, a lo cual le supliqué, no solo yo, sino sus padres y sus amigos, que volviera a Irlanda junto con su esposo. Ella se negó rotundamente a eso. Mujer testaruda e infiel, más allá de cualquier imaginación, mujer endemoniada, loca y perversa. Finalmente y entre sus amigos y parientes la convencimos de dejar Londres para ir a Irlanda. Para mejorar su deplorable estado de ánimo, es que le escribí esta pequeña carta de despedida, con la intención de que fuese al menos un pequeño consuelo. (Yo la había querido mucho)
Mi queridísima Caroline: Me has visto arrojar lágrimas, que tal vez no merezco arrojar, en la agitación de haberme separado de ti, debes saber,que aún así, intenté demostrar mis sentimientos hacia ti, y espero que mis palabras y mis acciones hayan demostrado que hubiese renunciado a todo y a todos por ti, y que hubiera volado contigo, mi amor, adonde sea, renunciando a todos hasta la tumba. Pero fuiste tu la que te abstuviste de ello, y ahora, ¿Debes malinterpretar mis motivos? Porque debes saber que fui tuyo, completamente tuyo, en el amor, en el honor, para volar contigo adonde fuera y en el momento que sea."
Mientras estuvo en Irlanda siguió escribiendo aunque menos, ya no me importaba un bledo en verdad. Había comenzado otro romance mucho más tranquilo con una condesa que, cosa divertida, era amiga suya, o al menos hasta el comienzo de dicho romance. Lo cual me echó en cara, como si fuese mi culpa! Le respondí de la forma más recta y galante posible, ya estaba harto de sus acosos, más que harto.
La carta decía así: No, no soy tu amante, ya no, y esta persecución si me permites decirlo, es muy poco femenina de tu parte. Estoy en estos momentos en una relación con otra, que por motivos de pudor, su nombre, sería deshonroso mencionar (aunque recuerden, ella ya lo sabía. De hecho intentó hacerle ver al esposo que la condesa le estaba siendo infiel. A lo cual la condesa encontró muy divertido, siendo motivo para ambos de grandes risas) Nunca le perdonaré la predilección que sientes a favor mío, ni volveré a ser tu amigo, jamás. Además, deberías considerar cambiar esa vanidad ridícula tuya, te doy ese consejo, y esa necesidad caprichosa que impones sobre los demás. Por lo demás, déjame en paz por favor.
Pero las cosas no iban a terminar ahí, Caroline continuó escribiéndole cartas al esposo de mi amante, Lord Oxford, intentado ponerlo sobre aviso de la situación. Supe que estaba devastada, física y mentalmente, y que le habían practicado unas sangrías. Luego en Londres nos cruzamos un par de veces. Su cara, esquelética, era, para mí, el reflejo de que los celos y la ira la devoraban por dentro. Recuerdo en una de esas reuniones, en casa de mi amiga, lady Melbourne, haberle comentado que estaba siendo acosado por un esqueleto. Ella rió mucho, pero yo no, la devoción enfermiza de Caroline me fascinaba, pero a la vez me parecía demasiado repugnante. Una de las últimas veces que la vi, fue en una fiesta de máscaras, a la cual asistí con mi hermana Augusta. Caroline me vio, y eso que yo iba bastante de encubierto, disfrazado como un monje para evitar las miradas. Se me acercó, y burlona, me dijo_ Supongo que puedo bailar, ahora. _ Con todos los que estén presentes_ le respondí_ Siempre me ha gustado admirar tu destreza._ Entonces se acercó a la mesa, y tomó un cuchillo, acercándolo a mí, enfrente de todos los presentes, que estaban escandalizados._Si vas a actuar con un romano, Caroline, hazlo, de una buena vez_le susurré_ pero no pierdas tiempo clavando ese cuchillo en mi pecho, pues aquí_me señalé el corazón_Ya me has lastimado suficiente. Prueba con el tuyo, mejor. Nos harías un favor a ambos!_ Caroline me miró con una expresión de dolor como si se hubiera clavado el cuchillo, el cual arrojó al suelo, pero no sin antes cortarse la mano, mientras salía llorando_ Byron!_ a todo pulmón.
Una tenebrosa noche, el esqueleto decidió aparecerse en mi casa, vestida de paje, y dejó escrito en uno de mis libros un extraño ruego: Recuérdame. Acaso se puede olvidar a una persona así? Le respondí con un poema, con el que quisiera cerrar esta larga, triste y aburrida crónica.
Te recuerdo! te recuerdo!
Ni el Letheo con sus aguas podría borrarte,
El remordimiento y la vergüenza se aferran a ti,
Y te acechan como un sueño febril!
Te recuerdo! Si, no dudo.
Tu esposo también debe pensar en ti:
Pues ninguno de los dos te olvidaremos
Tú falsa para él, y un demonio para mí!
Demente, malvada, y peligrosa de conocer
Etiquetas: Byron
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4 comentarios:
lo de la amante demente no será por mí, verdad? jaja! es broma. Sería por mí si lo hubiera escrito ese q se hace llamar "H"
La amante demente se llamaba Caroline y era exactamente como la he descrito. Si es usted, bueno, lo sentiría mucho...por su esposo! XD
No tengo esposo. Ese lugar pudo haberlo ocupado vuestro colega "H", pero un error lo impidió. Si fue error de él o mío... es una pregunta q repetiré hasta q me muera... o conozca otro mejor :P
Si es un error que repetirá hasta que muera, tiene usted mucho en común con mi Caro, querida, pues ella hizo exactamente eso.
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