No había luces en mi camino, solo me guiaba la luna
y mis pasos vagaban a tientas sin calle ni vereda ninguna
hasta q crusose en mi andar una sombra silenciosa
q hacía a la noche de la niebla lucir menos tenebrosa;
el haz de neblina brillaba en su pálido rostro
y solo lo opacaban verdes ojos q me hacían sentir, ante ella, un monstruo .
Mientras el viento sutilmente acariciaba su vestido
hasta q a sus pies quedaba, invisible y sometido.
El mundo no dejaba de moverse, aunque lo noté con sorpresa
pues mis pies quedaron inmóviles y de su belleza era presa
Y pronto vi lento su rostro girar , y lágrimas caían de sus ojos
y al mecerse su vestido gris se llenaba de a poco de adornos rojos
pues su mirada sangraba, mancillando su marmólea belleza
con la más antigua maldición llamada por sabios la tristeza
de quien sufrió de pérdidas, de amargura y de soledad,
mas al verla directamente no hallé en sus ojo más q serenidad
La sangre no dejaba de brotar mientras un blanco pie descalzo
extendió hacia un lado, mi lado, mientras mis manos yo alzo
buscando, instintivamente quizás, en un abrazo contenerla
y ella llega hasta mi, lentamente, y es delicada y suave al tenerla
tanto como sus labios son dulces y cálidos sobre mi cuello
y tan acogedor es el momento que en nada me sorprende en ello,
ni siquiera cuando me aprietan sus manos, y la veo por el rabillo
que de su dulce y rosada boca se asoman filosos colmillos...
Noche solitaria
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