La niña caminó, buscando su casa, y al pasar por un lugar donde hojas de ocre y dorado tapizaban el suelo saludó al alto y desprotegido árbol.
Hola, como estás?
Como siempre -le respondió
De donde vengo los árboles tienen millones de hojas verdes colgando.
Entonces venís de un lugar lejano -le dijo- acá los árboles tenemos órdenes del rey de mantenernos así, el cielo de mantenerse gris y el viento de mantenerse dando fríos saltos.
Y como se llama ese rey, q mantiene el mundo tan raro?
Su nombre es sagrado, no debes pronunciarlo en voz alta de no ser necesario -informó el árbol, y le pronunció el nombre del rey tan levemente q tras oírlo se perdió en el viento.
Necesito pedirte ayuda: estoy perdida.
No puedo ayudarte. No sé como salir de estos dominios, y aunque pudiese no lo haría: el rey nos mantiene a gusto. Nunca estuve en otro sitio q en esta tierra.
Sabés de alguien q pueda?
El árbol estiró sus ramas un poco, torcidas como garras de un anciano aunque estuvieran extendidas, y palpó el hombro de un viento para llamar su atención. Le repitió la pregunta de la niña y el viento respondió: Sigue por esta misma calle hasta que encuentres una persona que no respete a nuestro señor.
La niña dió las gracias y siguió caminando, tardó horas, pero al fin se cruzó en su camino a una anciana que usaba una rama verde para apartar de la vereda las hojas secas caídas.
Aquí se terminan los dominios del rey, señora?
No me hables de ese imbécil! -gruñó sin separar sus amarronados dientes- mantengo a ese estúpido y sus seres lejos tanto como puedo. Acaso te mandó a atacarme?
No! -gritó la niña, luego bajó la voz, temerosa de importunar a la anciana que la amenazaba rama en alto- solo buscaba salir de su tierra y volver a casa.
Vuelve entonces. Estoy ocupada.
Cuando la niña seguía adelante echó una mirada atrás. Una de las hojas llamó su atención y la tomó antes de que la anciana la echara en otra dirección.
Tomó la hoja contra su pecho, la apretó fuerte, sintió algo que hacía tiempo no sentía y se echó a llorar y a reir a la vez, sin motivo aparente.
Cuando siguió adelante no encontró hoja verde que la hiciera sentir igual, por más que buscara. Para cuando llegó a su casa la hoja seca, ocre brillante y enorme, se había convertido en un montón de trocitos quebrados y opacos.
Hojarasca
Etiquetas: dementiax
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