Acudes hacia allá, abiertos los ojos ciegos,
hacia la luz que te quema la piel y nace de una fría llama
ignorando si te admitirán en la rueda
del cáliz con elíxires que de lleno se derrama.
Acudes a esa multitud, bella, ruidosa,
corres sin ver el camino, corres sin parar a ver
que no pisan sobre nada tus pies
y caes hacia el cielo frío, y no dejarás de caer.
Las grandes creaturas brillantes cantan,
rien y bailan ante un altar bañado en dorado
olvidando que han nacido en un noble barro
negro, sucio, natural ... y que solo él es sagrado.
Basta de insistir, dejame sufrir: tu cielo no es para mí!
A.dela Desolación
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