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Trenes y Tetris


Estaba sentado sobre la terraza de mi casa. Bueno, la terraza de un edificio deteriorado, relativamente barato y mal ubicado, en el cual hay más de una docena de otras casas, la mayoría más grandes que la mía. Veía el horizonte, obstruido por edificios más nuevos, caros, de grandes habitaciones y sin llaves térmicas que saltan cada vez que dos heladeras arrancan a la vez en el mismo piso.
Estaba amaneciendo más temprano. Me pregunté, como en otras ocasiones, qué caminos me dispusieron ahí, en ese momento y en ese estado. Fueron elecciones mías todas las cosas que me acontecieron? Fuera acaso consecuencia de las elecciones de gente alrededor? O simplemente debería decir “es mi destino” como algunos?
Tanto como la religión, la creencia va de acuerdo con cada uno. De su mente, su corazón, su alma… si existe alguna de esas tres cosas acaso…
Creer que el destino es una mano gigante y peluda que nos pone a todos y cada uno en el lugar que se le antoja, como peones de un infinito ajedrez sin reyes, es algo que me alegro de haber olvidado salvo en este renglón de palabras.
Piezas de rompecabezas? No. Mucha gente podría ocupar el lugar que ocupé, y yo ocupar cualquier otro, a diferencia de un rompecabezas donde no se intercambian los lugares. Quizás encajemos unos con otros, pero no así.
Alguna vez lo vi como un tren. Así es el destino: una vez que estás dentro te lleva hasta un lugar o a otro, pero no podés elegir un sitio puntual; en donde te dejó, empezás a caminar por vos mismo. Si preferís no bajarte, tarde o temprano el recorrido termina y vas a ver que no llegaste a ningún lado (o a una terminal donde hay apenas un kiosco para comprar alfajores vencidos). Algunos cuando se bajan eligen un bondi y pagan un precio mientras confían en el hecho de que quien está al volante los lleve a tiempo, a salvo, y sin inconvenientes por el camino… y no siempre es así, como tampoco el precio de este viaje son un par de monedas.
Casi concibo esto, por mero descarte y por la elegancia con la cual podría haberlo dicho alguna vez, como la alegoría correcta y más segura de la yuxtaposición entre el destino y el albedrío. (Sí, estoy usando esas palabras para fingir que soy inteligente; denme un respiro, sí?) Sin embargo fue un aliado quien me comentó la suya.
Un juego de Tetris. Una fuerza ajena a nuestro control nos da piezas y nosotros decidimos cuál acción tomar respecto a ellas. A veces encajan perfectamente, a veces no, y otras llegan tan rápido que las decisiones apresuradas nos hacen perder varios objetivos. A veces nos jugamos esperando una pieza en especial, pero no llega hasta después de que la damos por imposible y optamos por otra cosa.
Tras pensar esto, ahora tengo que bajar de la terraza (merde, que sucia está!) guardar el tereré y analizar que bondi me conviene…
Y si alguien quiere seguir a la sombra de una mano grande y peluda, bien. Mándenle mis saludos.
(RF: LXII)

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